Anoche la playa me preguntó por ti,
aquella brisa marina quería acariciar tu pelo casi tanto como yo,
las olas marcaban el mismo ritmo que la noche que te conocieron y tus
pisadas sobre la arena se habían quedado para que pudiera pasear a tu
lado.
Anoche San Lorenzo lloraba, no quería
reconocerlo, pero ni en la oscuridad más profunda pudo esconder sus
lágrimas. En esta noche de Perseidas, quiero imaginarte allí
sentada a mi lado, mirando al cielo en busca de alguna estrella fugaz
para pedir deseos de eterna felicidad.
Después de pedir unos cuantos,
te echaste en mi, yo no necesitaba mirar al firmamento para ver las
estrellas, tus ojos iluminados me reflejaban aquel regalo de Perseo y
pude contemplar como letnamente te quedabas adormecida sobre mi
pecho. Aproveché entonces para dibujar tu rostro al compás de tu
respiración y miraba al cielo para no pedir nada, sólo para darle
las gracias...
...por encontrarte...
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