viernes, 9 de agosto de 2013

En el nombre de Temis (I)


Aquel día entraba a las 19:00, no me tocaba ese turno pero un compañero me pidió un cambio y bueno, siempre que se puede intentamos ayudarnos entre todos o por lo menos algunos de nosotros.

Serían las 19:15 cuando lo vi entrar, llegaba alegre apestando un poco a cerveza, no dijo nada, se dirigió directamente a la sala de espera y se sentó con el DNI en la mano esperando su turno. Su comportamiento no paso desapercibido, mis compañeros ya hablaban de él y se podían escuchar algunas risas.
Hacia tiempo que no llegaba alguien tan peculiar a la comisaria, quitando a los vagabundos que cada noche nos hacían su visita, pero aún así para mi Juan parecía otro de tantos que venían a denunciar quizás el robo de su moto, de una “pedrada” en el escaparate de su tienda o el intento de hurto en su casa al ver forzada la cerradura... Esas suelen ser las denuncias que tenemos aquí en la jefatura de policía de la calle Mandragora.

Mientras esperaba su turno permanecía inmóvil, petrificado, con la mirada fija y su sonrisa mantenida, aquella que tiene un padre primerizo que espera a ver a su hijo por primera vez en el hospital ansiando el momento que la matrona le conceda entrar en la habitación para conocer a su pequeño.

A las 19:34 ya en mi asiento, mientras anotaba unos datos que deje ayer a la mitad, Juan me miraba esperando que le permitiera sentarse para poder atenderle. Me daba lástima, llevaba esperando un rato y en la sala de espera el aire acondicionado hace tiempo que dejo de funcionar, le dije que podía sentarse mientras terminaba de pasar mis anotaciones. No cambio el rostro, se levantó rápidamente y con la mirada fija en mi fue acercándose, llegando a su asiento aún con el DNI en la mano.
Inevitablemente sentía cierta tensión, un hombre mirándote tan fijamente mientras haces tu trabajo te hace estar un poco incómodo, aún así fueron mis compañeros los que me ponían más nervioso, es verdad que se le notaba algo borracho pero no estaba sordo, se había dado cuenta que estaba siendo motivo de burla de algunos policías y eso no le gusta a nadie.

Cinco minutos más tarde por fin había terminado, Juan no parecía importarle la espera. Pase la página para tomar declaración y le pregunté qué había sucedido.

Sólo me dijo “Me llamo Juan, tengo 56 años y voy a cometer un asesinato...”

No hay comentarios:

Publicar un comentario