jueves, 31 de octubre de 2013

La extraña de las botas rojas


No se como llegue allí pero la plaza estaba abarrotada, no cabía ni un alfiler. Me agobian esas situaciones que sabes que una vez que entras para poder salir tendrás que empujar, ser empujado y aguantar miradas y recibir no pocos pisotones.

Allí en la plaza de las Pasiegas me vi inmerso en aquel folclore y al avanzar casi tropiezo... tenía los cordones desatados, me agaché a ponermelos, en un lugar como ese ir con los cordones así era una invitación al batacazo público. Estando agachado rodeado de tantas personas desconocidas para mi, encontré tranquilidad y observé como se veía aquella plaza entre aquel mar de piernas, fue entonces cuando vi aquellas botas rojas... estarían a unos 15 metros de mi, ahora si me empezó a gustar estar en aquel lugar.

La banda empezó a tocar, una suave melodía que silenció la plaza y sorprendiéndonos a todos, un grupo de bailarines inmersos entre el público fueron cogiendo a los asistentes, invitándoles a bailar. Mis amigos, si es que se pueden llamar así, me empujaron cuando una de las bailarinas estaba acercándose, ella me cogió de la mano, ya no podía escapar.
Yo, que desconocía el motivo de tanta fiesta, estaba danzando junto a esa chica que me llevaba a su antojo, siguiendo sus pasos como podía, la vergüenza me estaba matando, agaché la cabeza y miraba al suelo...
En un giro rápido, volví a ver esas botas rojas, empecé a sonreir, sabía que estabas cerca.
Cada vez había más gente bailando por aquella plaza y mi bailarina no estaba dispuesta a soltarme, la música fue decayendo y el compás invitaba al balanceo de un lado a otro. Ante tanta gente mi espalda rozaba con otra, casi que bailaba con dos personas a la vez, seguía el mismo ritmo que nosotros...

Termino la música, mi compañera de baile me dijo (creo que por compasión) que no lo había hecho nada mal, la gente aplaudia y yo deje caer mis manos que fueron a encontrarse con las de la chica que estaba a mi espalda, no sentí reparo al estar en contacto de aquella desconocida y a ella tampoco pareció importarle. Me agarró las manos, sus dedos empezaban a jugar con los mios y por la forma que  me acariciaba, sabía que eras tú...

Empezó de nuevo la melodía interpretada por la banda, ahora me toca bailar contigo le dije aún de espaldas, al girarnos me abrazaste y al oido me dijiste “ahora sigue mis botas rojas, seguro que así no te pierdes”.

martes, 22 de octubre de 2013

Candidatura a la esperanza


El bueno de Miguel se cae de sueño, aún le quedan cuatro horas de trabajo y no le queda otra que mantenerse despierto a base de energía guardada en tiempos mejores. Sabía que por el peso de su cartera no le llegaba para el café.
Mientras tanto, la cadena de montaje le invitaba a la monotonía de su día a día, él... pensaba en sus princesas, no tiene mayor razón que ellas para seguir allí.

Son las 23:00, la sirena de la fábrica grita libertad y Miguel vuelve a casa que ya por hoy está bien. Salió sobre las 9:00 para hacer un recado, algun trabajo no declarado y recorrer unos pocos de kilometros con la esperanza de dejar un nuevo curriculum que se convierta en la salvación para el futuro de su hija.

El paseo de vuelta es duro, le pesa la vergüenza de no sentirse capaz de no poder sacar adelante a su familia. Hoy hace un mes que le dijeron que no lo renovarían y desde entonces no ve más que derrotas, ya no sabe que máscara ponerse al volver a casa.

Allí le espera la felicidad de la pequeña África y la belleza de Ana, reina de la casa, a quien esta noche ya no podrá engañar... Miguel se derrumbó, la preocupación no le dejaba dormir, Ana le besó y lo calmó con su abrazo susurrándole al oido “saldremos adelante...”.

Una vez sonó el despertador, cogió fuerzas de la mirada de Ana y de la sonrisa de la pequeña, sabía que hoy la vida le invitaba a vivir, quizás al cruzar la puerta, la suerte esté en el ascensor y venga conmigo de la mano a entregar una vez más, su candidatura al puesto de trabajo que se ofrece en aquel establecimiento.

lunes, 14 de octubre de 2013

Una flor para su pelo


Lo siento vecina pero esa rosa se marchitará en tu jardin, la ví hace tiempo y estoy seguro que ni te has dado cuenta de su belleza, tengo que robartela así ya me pinche pero es que es perfecta para su pelo.

Encuentro tantas cosas con las que sorprenderte por el camino que las guardo en mi memoria para el próximo día que volvamos a vernos. Me he aficionado a esa sonrisa que me regalas al darte cada uno de esos detalles, que ahora sólo pienso en sorprenderte a cada instante.

Mi soledad me sigue preguntando por la tuya, no se que te dirá ella pero por lo visto llevan tiempo caminando de la mano y antes de salir de casa siempre me dice “hoy no la dejes escapar...”.

Ya estoy llegando, te veo en mitad de la calle y se me escapa la sonrisa nerviosa antes que puedas verme, ¡qué ganas de abrazarte!...

Me esperas con las piernas cruzadas, arrancar aquella rosa ha hecho que llegue tarde, pareces no estar molesta, me sonries y me das el primer abrazo del día, ya mereció la pena venir a verte, aprovecho para plantar aquella flor en tu cabello, al separarnos la cogiste. Tu sonrisa perfecta me deja petrificado... sólo al cogerme la mano e invitarme a pasear vuelvo a la vida, para seguir respirando el aire de tus suspiros.