miércoles, 21 de agosto de 2013

Tierna y dulce historia de amor


Jaime y Clara son amigos desde hace mucho tiempo o eso me dijeron aquellos que los conocen. Tatiana es la mejor amiga de Clara, pero se pone algo celosa cuando ella prefiere la compañía de Jaime a la suya, le cae bien pero cuando él llega, Clara sólo tiene ojos para él.

Se conocen desde hace 3 años pero yo creo que se conocen desde hace más tiempo, porque a los 15 minutos de conocerlos Clara ya agarraba de la mano a Jaime y eso es muy raro me dijo Tatiana.
Supongo que se enamorarían a primera vista, Cupido siempre anda por ahí lanzando flechas Tatiana y seguro que a ti algún día te pasará lo mismo. Ella lo negaba, no parecía entenderlo o más bien no quería entenderlo, decía que Jaime es muy pequeño, tenía casi cuatro años menos que su amiga y además, Clara siempre le decía que le gustaba un chico que vive en su barrio...

Seguimos hablando allí en el parque cuando llegó nuestro “Romeo”, no tardó ni un instante en buscar a su “Julieta”. La llamaba, necesitaba de su compañía, quería sentirla y extendiendo la mano preguntaba continuamente "¿dónde te has metido Clara?" . Tatiana frunció el ceño y me contó muy bajito “lo ves, siempre quiere estar con ella, no ha perdido tiempo ni para saludarnos, ya está preguntando por ella...”

Era la primera vez que vi a Jaime y la verdad que me quedé alucinado al ver como deseaba que llegase su compañera, está “loquito” por aquella chica y es que el amor es eterno mientras dura...
No tardo mucho en llegar, Clara sin decir nada, se puso a su espalda, le tapó los ojos y le dijo al oído “aquí estoy, dame la mano y ven conmigo”. Después de una sonrisa enorme de aquellos dos tortolitos se fueron corriendo de la mano, dando gritos de alegría e ignorando la presencia de la buena de Tatiana que allí se quedó sentada a mi lado, reflejando el dolor en su rostro al sentirse desplazada.

Bastante enfurecida me decía “no lo entiendo, no se da cuenta que Jaime es muy pequeño y además ¡es ciego!, le miente cuando le dice guapa y esas cosas”. De verdad que no se que le pasa a Clara...
Tatiana sabía que su comentario había sido bastante inapropiado y empezó a llorar...

Pobre Tatiana, intenté consolarla con mi abrazo, había hecho tanto por su amiga, se había peleado innumerables veces en el colegio para defenderla, había mandado a callar a grandes y mayores pidiendo respeto por su amiga, perdió horas de juego para ayudar a su amiga en los deberes que tanto le costaba, Tatiana siempre le dió su mano para que Clara pudiera seguir adelante... y ahora parecía como si la hubiera olvidado.

Cuando ya nos ibamos, volvían los enamorados todavía agarrados de la mano. La verdad que forman una pareja entrañable, ella alta y “canija”, él bajito y “regordete”. Allá van con sus sonrisas, ella le cuenta el mundo que les rodea con cada uno de sus detalles, él le regala caricias y le dice todo aquello que es invisible a los ojos, como ya nos enseñó “el Principito”.

Clara al vernos se acercó, beso a su amiga, le dijo “gracias” y volvió con Jaime. Tatiana volvió a llorar, pero esta vez en sus lágrimas había alegría, veía que su amiga por fin no dependía de ella, que podía valerse por si misma y había ganado la batalla al colegio, a todos aquellos que se reían de ella, que nunca confiaron en ella por considerarla discapacitada...
...y nunca como persona...

martes, 13 de agosto de 2013

Noche de Perseidas


Anoche la playa me preguntó por ti, aquella brisa marina quería acariciar tu pelo casi tanto como yo, las olas marcaban el mismo ritmo que la noche que te conocieron y tus pisadas sobre la arena se habían quedado para que pudiera pasear a tu lado.

Anoche San Lorenzo lloraba, no quería reconocerlo, pero ni en la oscuridad más profunda pudo esconder sus lágrimas. En esta noche de Perseidas, quiero imaginarte allí sentada a mi lado, mirando al cielo en busca de alguna estrella fugaz para pedir deseos de eterna felicidad. 


Tuve que contarte como se piden los deseos a las estrellas. Presta atención, tienes que mirar fijamente al cielo, enterrar tus manos en la arena y cuando veas la estrella, cierra los ojos rápidamente y pide tu deseo.
Después de pedir unos cuantos, te echaste en mi, yo no necesitaba mirar al firmamento para ver las estrellas, tus ojos iluminados me reflejaban aquel regalo de Perseo y pude contemplar como letnamente te quedabas adormecida sobre mi pecho. Aproveché entonces para dibujar tu rostro al compás de tu respiración y miraba al cielo para no pedir nada, sólo para darle las gracias...


...por encontrarte...

viernes, 9 de agosto de 2013

En el nombre de Temis (I)


Aquel día entraba a las 19:00, no me tocaba ese turno pero un compañero me pidió un cambio y bueno, siempre que se puede intentamos ayudarnos entre todos o por lo menos algunos de nosotros.

Serían las 19:15 cuando lo vi entrar, llegaba alegre apestando un poco a cerveza, no dijo nada, se dirigió directamente a la sala de espera y se sentó con el DNI en la mano esperando su turno. Su comportamiento no paso desapercibido, mis compañeros ya hablaban de él y se podían escuchar algunas risas.
Hacia tiempo que no llegaba alguien tan peculiar a la comisaria, quitando a los vagabundos que cada noche nos hacían su visita, pero aún así para mi Juan parecía otro de tantos que venían a denunciar quizás el robo de su moto, de una “pedrada” en el escaparate de su tienda o el intento de hurto en su casa al ver forzada la cerradura... Esas suelen ser las denuncias que tenemos aquí en la jefatura de policía de la calle Mandragora.

Mientras esperaba su turno permanecía inmóvil, petrificado, con la mirada fija y su sonrisa mantenida, aquella que tiene un padre primerizo que espera a ver a su hijo por primera vez en el hospital ansiando el momento que la matrona le conceda entrar en la habitación para conocer a su pequeño.

A las 19:34 ya en mi asiento, mientras anotaba unos datos que deje ayer a la mitad, Juan me miraba esperando que le permitiera sentarse para poder atenderle. Me daba lástima, llevaba esperando un rato y en la sala de espera el aire acondicionado hace tiempo que dejo de funcionar, le dije que podía sentarse mientras terminaba de pasar mis anotaciones. No cambio el rostro, se levantó rápidamente y con la mirada fija en mi fue acercándose, llegando a su asiento aún con el DNI en la mano.
Inevitablemente sentía cierta tensión, un hombre mirándote tan fijamente mientras haces tu trabajo te hace estar un poco incómodo, aún así fueron mis compañeros los que me ponían más nervioso, es verdad que se le notaba algo borracho pero no estaba sordo, se había dado cuenta que estaba siendo motivo de burla de algunos policías y eso no le gusta a nadie.

Cinco minutos más tarde por fin había terminado, Juan no parecía importarle la espera. Pase la página para tomar declaración y le pregunté qué había sucedido.

Sólo me dijo “Me llamo Juan, tengo 56 años y voy a cometer un asesinato...”

lunes, 5 de agosto de 2013

Conversación con mi mejor amigo IV


Abel.- Hola amigo, cuánto tiempo hace que tú y yo no teníamos una conversación de estas...

Golfo.- Es que últimamente no paras, casi que tengo que coger cita para que puedas sacarme.

Abel.- Sabes que no depende de mi y necesito de la ayuda de los “titos y titas” para poder cumplir con todas mis obligaciones de mi día a día. Ya me gustaría tener más tiempo, que si fuera por mi...

Golfo.- A mi me da igual salir con los “titos y titas” pero sólo contigo puedo correr porque claro, como les dices “no vayas a soltar a Golfo”... ¿crees que me voy a ir por ahí?, que no papá, ¡qué no me escapo!

Abel.- No me fio, no por ti, sino por los otros perros que te dicen de jugar y “se te va la pinza”. Pero bueno, lo tendré en cuenta para próximas salidas, si me prometes que les harás caso.

Golfo.- ¡Prometido!



Abel.- Bueno, has visto que volvemos al blog, retornamos a este nuevo espacio donde poder contar un poco de todo y esta vez necesito de ti.

Golfo.- Papá... yo no se escribir, con estas patitas que tengo siempre pulso más de dos o tres teclas, para escribir una frase puedo tardar una eternidad, no puedo ayudarte lo siento.

Abel.- Jeje, no es eso. Quiero que me “obligues” a escribir, que me recuerdes que aquí es donde puedo expresar aquello que necesito contar y que con un poco de suerte, quizás, ayude o le sirva a alguien.

Golfo.- Vale, yo te lo recuerdo sin problema, pero sácame un poco antes de ponerte a escribir.

Abel.- Sabes que lo haré, que saco tiempo de donde haga falta y que puedes contar conmigo al igual que yo contigo...
...siempre...